Las culturas mesoamericanas consideraban como símbolos de poder los ornamentos y utensilios elaborados en oro y plata. Por ello, eran de uso exclusivo de nobles, sacerdotes y guerreros de alto rango. Uno de estos utensilios eran las pinzas para depilar el vello de la cara. Las mismas fueron elaboradas empleando la técnica de la cera perdida, siendo decoradas mediante filigrana. Esto puede observarse en las dos espirales ubicadas en los extremos de estas pinzas. Para dar el acabado final, los extremos curvos se lograban por medio de la aplicación de un fino y detallado martillado.